28 junio 2005
23 junio 2005
LA R.I.M. CUMPLE 410 AÑOS
En los próximos días, el Diario Oficial publicará un reportaje a todo color sobre la cena de gala ofrecida en la terraza del Palacio Presidencial a los dignatarios de las repúblicas de Murcia, San Sebastián y Alcorcón: la sangría de mosto y frutas rojas, los bastoncillos de pepino fresco a la menta... Como los aparatos de iluminación estaban completamente oxidados, y en prevención de electrocutarnos todos, la recepción tuvo lugar a la luz de las velas, lo que aportó al reportaje fotográfico (y a la celebración) todavía más encanto....
La R.I.M. cumple 410 años
La R.I.M. cumple 410 años
19 junio 2005
NADAR SABE MI LLAMA EL AGUA FRIA....
...y perder el respeto a ley severa./Alma que a todo un dios prision ha sido,/...venas que humor a tanto fuego han dado/medulas que han gloriosamente ardido,/ su cuerpo dejarán, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrán sentido;/polvo serán, mas polvo enamorado. (Quevedo)
polvo serán (sí, pero acariciado)
polvo serán (sí, pero acariciado)
NO MAS DIAS AZULES PARA LA TRISTEZA
... NO MÁS AZUL QUE EL MAR, CON SU RUMOR REFRESCANTE. NO MÁS AZUL QUE SUS BARBAS, ENREDOSAS Y FRIAS, SU RUMOROSO BIGOTE CARACOLADO. ¡¡¡FU, FU, FU, SEÑORA!!! EN ESTE BAR YA NO SE TE DESPACHA, GRANDÍSIMA GORRONA. NO TE VOY A INVITAR NI SIQUIERA A UNA COPA DE VINO AZUL DE CIELO DE VERANO. ESTA TARTA DE JUNIO, QUE ESTÁ ENTERA, ES TODA PARA MI. Y NO TE VOY A DAR NI UN BOCADITO SIQUIERA. ¡FU, FU,FU, SEÑORA! CIERRO (POR VACACIONES) LA MALETA. HAS AGOTADO EL CRÉDITO EN LA TIENDA, Y NO VAS A TRAGARTE NI UNA SOLA LÁGRIMA MÁS. NO TE PONGAS PESADA: TE HE DICHO QUE ME VOY.
cerrado
05 junio 2005
PLACERES DE LA MEMORIA
¿Véis este azul? Siempre lo había visto, en la tinta de los mapas. "Mar Egeo". Cerca de Creta, o al menos no muy lejos. Desde niña, casi sentía este mar si posaba mi índice sobre la tinta azul. Yo quería ir a Creta. "De mayor iré a Knossos". "Ojalá algún día pudiese visitar Knossos". "Tal vez un día, de mayor, pise el palacio de Minos y vea el rojo cretense y el azul de esos frescos, sus delfines, el príncipe de las flores de lis, la parisién...". Desde niña.
Pasaron años, y de repente estaba en un barco, junto a una amiga, y vi ese mismo azul. La quilla lo rompía y lo espumaba. Me recordaba algo. ¡Era ese azul! ¡Sí! Ahora no era de tinta. Estaba hecho de agua, de agua profunda. ¡Era el Egeo, el Egeo de verdad! Exclamé: ¡Ana! ¡Es el Egeo! Esta vez no es de tinta: ¡Es nuestro Egeo!
El barco atracó en Hidra. El día anterior había estado en el palacio de Knossos. Al día siguiente, aunque aún no lo sabía, visitaría el Museo Arqueológico de Atenas, y vería ante mí toda esa realidad, tan real, tan palpitante, tan concentrada delante de mis ojos. La evolución de la venus paleolítica hacia la escultura preclásica. Esa sonrisa arcaica. La comprendía. Era la eternidad, la esencia del Mediterráneo sabio y sin tiempo, la eternidad invencible de la belleza, feroz, feraz, sonriéndome a mí. En ese momento aún no sabía que, al dia siguente, iba a acumularse tanta eternidad en mi pecho que sentiría un crujido, una especie de explosión, y buscaría apresuradamente, en el Museo, un rincón discreto donde llorar. Para no estallar. para que no me diese un infarto. No cabía más belleza. No cabía más Mediterráneo en mi cuerpo. Y tenía que salir por algún sitio. Me dio bastante vergüenza. Pero el sollozo y las lágrimas fueron la válvula de escape necesaria, porque no me cabía tanta Eternidad.
Esa tarde, al bajar del barco, en Hidra, tuve la oportunidad se sumergirme en ese mar de tinta; no; ya de agua e historia. De zambullirme en el centro de mi sueño, de ese sueño que tuve desde niña.
Ahora , si tuviese que elegir sólo una hora de entre todos los momentos de mi vida, no dudaría en escoger esos diez minutos zambullida en un sueño. Rodeada por todas partes de mi sueño. Dentro de él, y él dentro de mí. ¿Habéis visto alguna vez una cara que expresase mayor felicidad?..... Placeres de la memoria.
Pasaron años, y de repente estaba en un barco, junto a una amiga, y vi ese mismo azul. La quilla lo rompía y lo espumaba. Me recordaba algo. ¡Era ese azul! ¡Sí! Ahora no era de tinta. Estaba hecho de agua, de agua profunda. ¡Era el Egeo, el Egeo de verdad! Exclamé: ¡Ana! ¡Es el Egeo! Esta vez no es de tinta: ¡Es nuestro Egeo!
El barco atracó en Hidra. El día anterior había estado en el palacio de Knossos. Al día siguiente, aunque aún no lo sabía, visitaría el Museo Arqueológico de Atenas, y vería ante mí toda esa realidad, tan real, tan palpitante, tan concentrada delante de mis ojos. La evolución de la venus paleolítica hacia la escultura preclásica. Esa sonrisa arcaica. La comprendía. Era la eternidad, la esencia del Mediterráneo sabio y sin tiempo, la eternidad invencible de la belleza, feroz, feraz, sonriéndome a mí. En ese momento aún no sabía que, al dia siguente, iba a acumularse tanta eternidad en mi pecho que sentiría un crujido, una especie de explosión, y buscaría apresuradamente, en el Museo, un rincón discreto donde llorar. Para no estallar. para que no me diese un infarto. No cabía más belleza. No cabía más Mediterráneo en mi cuerpo. Y tenía que salir por algún sitio. Me dio bastante vergüenza. Pero el sollozo y las lágrimas fueron la válvula de escape necesaria, porque no me cabía tanta Eternidad.
Esa tarde, al bajar del barco, en Hidra, tuve la oportunidad se sumergirme en ese mar de tinta; no; ya de agua e historia. De zambullirme en el centro de mi sueño, de ese sueño que tuve desde niña.
Ahora , si tuviese que elegir sólo una hora de entre todos los momentos de mi vida, no dudaría en escoger esos diez minutos zambullida en un sueño. Rodeada por todas partes de mi sueño. Dentro de él, y él dentro de mí. ¿Habéis visto alguna vez una cara que expresase mayor felicidad?..... Placeres de la memoria.